jueves, 12 de abril de 2012

Este relato es d una amiga,con su permiso lo plasmo aqui:

Siempre supe que esa noche quedé embarazada. Yo pensaba que era por haberlo hecho acostada, porque siempre lo habíamos hecho parados, y el semen me bajaba y al final qué cantidad iría adentro. Pero esa noche nos acostamos en el piso del patio de baldosas rojas. El piso frío, las baldosas y las estrellas hicieron que quedara embarazada. Y también, seguramente, el semen fuerte y poderoso de un varón de dieciocho años.
Mi mamá un día después de dos meses me llamó a la cocina de mi casa. Ella y mi papá estaban sentados con caras muy serias. Me dijo que hacía rato que no veía mis paños manchados de sangre, qué pasaba, si era lo que suponían. Y así con un simple sí les di la noticia de mi embarazo. Recibí un sopapo, creo que fue un sopapo. Por qué siempre las cosas se van desdibujando se van perdiendo como si una niebla de olvido las tapara. Digamos que mi papá me pegó un sopapo, aunque me parece tan raro, porque mi papá nunca me pegó. Pero, el momento y la cosa tan mala que había hecho merecían un sopapo, y si no fue un sopapo si recuerdo que me zarandeó del brazo y me retó una y mil veces y me decía qué vamos a hacer con vos, qué vamos a hacer.
Lo único que se les ocurrió fue hacerme un aborto.
De mi aborto recuerdo una espera en una sala de una casa antigua, de esas que las habitaciones dan todas a un pasillo, con ventanas altas y vidrios repartidos, había macetas con plantas y el piso tenía una trama, un dibujo, era una casa común, ni clínica ni nada, estaba en Lanús, en algún barrio, en algún lugar, no sé dónde, me pareció una vez que pasé de nuevo por allí, pero no estaba segura y tampoco quise asegurarme para qué recordar un lugar de mierda.
Luego entré a otra habitación y mi mamá también. Estaba casi de tres meses y nunca sabré si era varón o mujer. Sentí un profundo dolor, más que en mi cuerpo, era mi alma que gritaba en un silencio mudo. Era el grito por haber perdido algo que nunca debí perder.
Sentí vergüenza, asco, temor, horror, dolor, sentí nauseas por meses, como si todo se hubiera revuelto haciendo mi vida un desierto total. Mis viejos y mi novio. Los miraba y no podía dejar de pensar que no me querían. Ellos, por no importarles que pasara con mi vida, por no importarles los riesgos que corría en semejante lugar. Él por ser tan pelotudo, por importarle demasiado lo que pensaran sus beatos padres, sus padres súper represores, que serían capaces de castrarlo antes que soportar el deshonor.
Pura basura, pura hipocresía, pero yo no hice nada, sólo quería morirme de septicemia en ese prefabricado quirófano de la casa chorizo.
Qué raro, no recuerdo la cara del médico, ni su voz, ni su gesto, ni la de la enfermera, sí recuerdo algún olor raro, como a humedad, y una cama angosta cubierta de una colcha pobretona y sucia. Allí me quedé un rato después del aborto. Ni una gota de anestesia, para qué, el mayor dolor no lo podía calmar con nada. Y duró muchos años de mi vida. Duró hasta que pude olvidarlo, hasta que pude ir borrando de mi memoria ese momento, y sólo quedó en una nebulosa, tanto que ya ni sé la fecha exacta, fue en Julio, hacia frío, el auto corría por un empedrado y yo miraba esa calle sin saber qué hacer, sólo sentía que me entregaba al sacrificio por el clan familiar y su puta y reputa reputación.

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