viernes, 23 de marzo de 2012

dame

Llevo en la espalda un puñal
clavado por la traición,
no sé qué me duele más,
la herida o el corazón.
Y aunque mi herida no cierra
esperando tu perdón,
tu ausencia ya no me aterra,
que mi herida esté sangrando
o que me trague la tierra,
pero seguiré luchando
hasta que se haga la luz,
aunque me muera esperando.
Tan confundido me siento
que ya no sé quien soy yo,
si luz, si sombra o si viento,
o tal vez un impostor,
pero siempre fui sincero
porque nunca fui traidor.
Si para mi alivio fuera
capaz de odio engendrar,
y mi corazón pudiera
con el desprecio medrar,
herida ya no tendría,
pero nunca supe odiar.
Si el odio fue tu aliado
y el desprecio tu señor,
sierva de los dos has sido
y verdugo del amor.
Por eso, si me lamento,
con el dolor del herido,
no es por el dolor que siento,
ni porque estoy afligido,
sino más vivo y despierto;
porque al fin he comprendido
que no se puede vivir
con un puñal en la espalda
y el corazón malherido.

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