viernes, 9 de noviembre de 2012

Vuelve a casa Los halógenos son inquietantes a mi parecer y por eso tengo una mirada perdida. El norte ha desaparecido, y el sur me busca constantemente, me pierdo... Relámpagos aparecen haciendo un estruendo fulminante. Despierto después de un tiempo y me doy cuenta de la abnegación de los asuntos, viajo en ese mismo recuerdo para acordarme que no puedo olvidarlo, me quedo... Enciendo una lámpara, escribo una carta, me despido. Hay un sentido oculto que aflora mientras respiramos al compás del reloj, al ritmo del tiempo infinito, de ese tiempo inalcanzable, imposible de romper. La emoción de encontrarlo te vuelve prisionero y adicto a buscarlo por todas partes, luego te das cuenta que solo esa vez apareció, y que en ese preciso instante lo descubriste. Entonces, corres con desesperación a buscarlo nuevamente, no descansarás hasta encontrarlo y mientras te acercas a ese puente lo sientes acercarse, se agita tu corazón y sigues hasta llegar a ese manantial de vida, de renacimiento, de plenitud. Pero cuando estás tan cerca, cuando llegas al final de ese lugar, cuando experimentas que ya lo has conocido, que te sientes feliz al estar de nuevo allí, no encuentras ese nuevo sentido que había aparecido la primera vez, porque existen dos posibilidades, que nada sea igual a como lo fue en un principio, o que esté en otro lugar. Al iniciar los primeros pasos para retroceder, sientes algo distinto, la sangre de tu corazón se mezcla con el recuerdo eterno de aquellos momentos felices, y ahí en ese momento lo encuentras, aquel nuevo sentido humano, ese que te dice fuertemente la verdad, ese mismo que te anuncia la vida y la muerte, y que te guía a la transformación de tu ser. Has encontrado el sentido del sacrificio. Es tiempo de volver a casa.

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