viernes, 23 de marzo de 2012

interioresAquella noche salieron a ahogar sus penas, como tantas otras. Era algo que hacían por lo menos una vez al mes, para sanear y retomar sus respectivas rutinas con mayor fuerza y determinación. Paula y Sergio se conocían de toda la vida; en realidad, sus vidas no se habían cruzado hasta hacía cosa de dos o tres años atrás, pero desde aquél mágico día, no habían vuelto a ser capaces de plantearse el haber llegado a existir el uno sin el otro. Constituían una pareja envidiable, aunque nunca habían sido pareja. Aquella noche era una de sus especiales noches de borrrachera y "desparrame" tan esperadas por Paula. Nunca lo planeaban, cada vez que uno de los dos sentía la ardiente necesidad de romper con todo mediante una de sus clásicas "reuniones de crisis" llamaba al otro, fuera la hora que fuera; los dos dejaban a un lado los planes que tuvieran para esa noche, y se encontraban a las 24 horas en la Puerta del Sol, delante del Oso y el madroño. Pero aquella noche Paula miraba a Sergio de cierta manera picarona. En seguida comenzó la ronda de Margaritas, que tanto gustaban a la chica (a Sergio no le costaba nada hacerla feliz dejando que imperaran sus gustos, que eran tan delicados como ella). Lo estaban pasando en grande, riéndose de sus problemillas cotidianos: que si el jefe, que si la minifalda de la compañera trepa, etc... Paula sonreía constantemente, mientras jugueteaba inocente e insinuantemente con uno de sus bucles. Entonces comenzó a decir: - No te fíes de las mujeres con ropa interior naranja... Sergio no entendía muy bien qué era lo que su amiga pretendía insinuarle con esas palabras, así que se limitó a sonreirle como si tal cosa. La diversión, que como siempre era grande en mutua compañía, seguía su cauce, mientras iban cambiando de garitos, así como de combinados. A eso de las 4 A.M, los dos se hallaban bastante entonados, bueno, se podría decir que Paula estaba borracha como una cuba, así que Sergio se decidió a acompañarla a su piso, haciendo gala del sentimiento de protección un tanto fraternal que ella le inspiraba desde siempre. La fuerza de la gravedad tiraba de Paula hacia el suelo, pero Sergio la agarraba por la cintura con mayor fuerza aún, para no dejar que cayera. Una vez en el ascensor, Paula volvió a repetir entre risitas su frasecita de la noche: - No te fíes de las mujeres con ropa interior naranja. Al fin llegaron al piso de la joven, Sergio sacó su propio juego de llaves, abrió la puerta y condujo a Paulita al sofá, donde se dejaron caer entre risas y suspiros de alivio. A los diez minutos, cuando estaban tan relajados comentando lo mucho que aquél camarero se había fijado en ella, Paula se levantó y comenzó a desnudarse. Se habían visto desnudos miles de veces, ya que no tenían ningún tipo de secretos el uno para con el otro, ni tan siquiera físicos. Pero aquella noche había algo diferente. Sergio se quedó atónito cuando vio que: "Paula llevaba ropa interior naranja".

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