jueves, 25 de octubre de 2012

Contra la estupidez Hoy he sido testigo mudo de una conversación entre dos personas que viajaban en el mismo autobús que yo y ocupaban los asientos anteriores a los míos. No voy a reproducir dicha conversación, pero en ella se hablaba con pleno convencimiento de que estamos ante un cambio de era; aducían motivos astrológicos y no faltaban referencias al manido y tergiversado calendario maya. Pronto desconecté mi antena del coloquio regalado, con cierta inquietud reflexiva horadándome las entendederas al escuchar que si se produce un cambio, éste va a venir caído del cielo, como maná otorgado por los dioses o por una "conspiración cósmica"; no tenemos nada que hacer al rspecto... Siempre recuerdo cuando escucho este tipo de diálogos la famosa frase que nunca falta y que dice algo así como que "si algo lo deseas realmente, el universo entero conspirara para que tal cosa se cumpla". Desconozco la autoría de semejante sentencia, pero debe de encontrarse en cualquier manual de autoayuda -que solo ayuda a quien se forra con ello con dicha moda- o del brasilero Paulo Coelho, o de algún tergiversador cuántico al estilo Deepak Chopra -o como se escriba el nombre de este señor-; o está otra - más que una frase un sindrome- que dice que "nuestras emociones, sentimientos y estados de ánimo no tienen tanto que ver con lo que nos pasa, sino con la interpretación que hacemos de lo que nos pasa"; también digna de cualquier texto con el que condenar a las masas a la inacción. Ni que decir tiene que no voy a perder tiempo en refutar semejantes aseveraciones. No tienen pies ni cabeza y sólo fomentan la resignación. Pero este tipo de conversaciones y argumentaciones si encienden el propósito de decir que si algún cambio se produce -y es cierto que estamos en una época de revolución tanto tecnológica como socioeconómica- será porque nuestros hábitos, costumbres, formas de relación y educación, extructuras en cuanto al modo de ganarse la vida, modos de producción y consumo, convivencia entre los pueblos y modo de satisfacer necesidades energéticas, de hecho han cambiado; Jamás por un "cambio de conciencia universal" venido de cualquier -tan fantástica como inaudita- forma cuya literatura está inudando la red y los anaquelkes de las librerías para gozo -material, no de conciencia- de unos cuantos farsantes despabliados. Esta cultura me parece paralizante: si esperas un maná llovido del cielo -o de un rayo procedente del centro de la galaxia- no harás nada por conseguir lo que pretendes con dicho maná. Los cambios a os que ya me referí en el párrafo anterior; lo que me promueve la siguiente reflexión: Si el modelo socioeconómico en que vivimos produce una montaña de comportamientos necios en la sociedad que lo conforma, ¿no sería lógico pensar que si tales comportamientos se dejasen de realizar el modelo cambiaría?; por consiguiente: ¿no parece obvio que mientras tales comportamientos se mantengan el sistema no cambiará jamás?. Creo que semejantes preguntas merecen un análisis. Por comportamiento estúpido no sólo me refiero a cosas banales -aunque sintomáticas de enfermedad social- como por ejemplo la tremenda audiencia que atiende a la telebasura o el consumismo enfermizo o el valorar a las personas por lo que poseen y no por lo que son... también me refiero a cosas mucho más nucleares en cuanto a la configuración del sistema social, por ejemplo: ¿no resulta absolutamente tonto que una persona entregue su vida laboral -lo que significa prácticamente la totalidad de ésta- a la fabricación, venta o distribución de productos diseñados para ser basura al poco tiempo de ser adquiridos? Como este ejemplo podría citar muchos en los que la vida queda entregada a la necedad. Pero parece ser que lo importante no es lo que hacemos, si no que tengamos algo que hacer, aunque resulte, en ocasiones, aberrante, para no caer en el desempleo. Con este fantasma del miedo la humanidad sigue subordinada a unas reglas que la incapacitan para un desarrollo basado en la sensatez, relegando a la población al abandono de cualquier esperanza de poder realizar, salvo algunos pocos afortunados o elegidos, aquello para lo cual son realmente útiles y constructivos. Aún muchos de aquellos elegidos concluyen por que se convierta en puro tedio aquello a lo que se dedicaron por un atractivo vocacional, al penetrar en una rueda en la que la competencia sustituye a la colaboración; el crecimiento personal a través de la actividad se sustituye por hacer las cosas de una manera rentable y competitiva.... Es muy notorio el hecho de que a menudo nos encontremos con gentes cuyas vocaciones han quedado desvirtuadas, siendo la única contrapartida de su actividad el dinero que obtengan a cambio y lo que con él puedan realizar, lo que suele traducirse en consumir de forma innecesaria como forma de escapar de la vida anodina. Por esto los centros comerciales están abarrotados les sábados por gente que encuentra en ellos un entretenimiento. De manera que la desvirtuación de nuestro tiempo, trabajo, vocación y creatividad, es el perverso caldo de cultivo para que una sociedad cuya economía sólo se mantiene si se consume cada día más, pueda funcionar. Son estos comportamientos necios los que ofrecen la materia prima que luego políticos, banqueros y demás, manejan con tanta astucia egoísta como maldad, avaricia, codicia y falta de escrúpulos. Es por esto que pienso que el problema del paro -y hablo desde la posición del parado- es una contingencia que produce un drama inmediato, pero que la cuestión de fondo es que trabajamos por, para y como nos obligan a trabajar por unas migajas. Urge una revolución cultural en este sentido. Porque todo nuestro trabajo sólo sirve en la actualidad para fomentar una cultura basada en la necedad que a su vez condena a 2/3 de la población mundial a sobrevivir en condiciones infrahumanas. Como decía Bennedeti ante este hecho: "es bastante grave que un solo hombre, una sola mujer, contemplen el horizonte neutro. Pero es atroz, sencillamente atroz si es la humanidad entera la que se encoge de hombros". O algo así... y yo añado: más atroz resulta contribuir desde nuestro puesto de trabajo a este sistema social a cambio de unas monedas y chantajeados por el miedo. "Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano". -Friedrich Schiller-

No hay comentarios:

Publicar un comentario